Una mirada, tal vez empezaría todo.
Quizá la habitación está acalorada no solamente por las velas parpadeantes de al rededor.
Quizá no es coincidencia el extraño silencio que percibí en la entrada de la sala y no haberme encontrado con tu habitual beso de buenas noches.
Quizá no es coincidencia, no encontrarte desbaratando todo, viéndote correr de un lado a otro apresurada por que las maletas aún no están hechas por el viaje de mañana.
Quizá no es coincidencia que te escuchabas tan nerviosa y contenta en la llamada que te hice al mediodía.
Quizá no era coincidencia la forma insistente en que me preguntabas que si tardaría mucho en llegar ahora.
Todas las dudas de lo que pasaba perdieron su significado en el instante.
El instante en que entre todas las velas te encontré allí, solitaria sobre el altar desordenado donde se encuentran nuestros sueños con nuestras caricias. Allí donde mis manos se enredan con tu cabello alborotado por nuestras convulsiones, por el baile silencioso de tus suspiros.
Que forma de comenzar una noche tan inolvidable como miles a tu lado... Una mirada...
Una mirada tajante, sincera y tierna que con la complicidad de tu sonrisa y la conspiración de tu respiración agitada me invita a descansar en los jardines tibios de tu piel, a incendiarme en la fuente de tus deseos.
Quizá no es coincidencia que aún con los años, me apasione de ti cada día más al verte. Porque cada día habrá de ser un misterio único e irrepetible donde el final siempre lleva tu nombre como cierre de oración.
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