martes, 20 de octubre de 2015

Desconocidos

Infinita desconocida, ¿Por qué me atormentas?
¿Por qué me atormenta la vida que sin conocerte muere?
La curiosidad es tan injusta, tan aparente tan superflua. 
Aún sin conocerte te deseo, aún cuando nunca has estado allí
aún sin saber si existes, si tal idea no es más que soledad.
¿De dónde nace tu sonrisa? ¿De donde surge cada latido sin vida?
¿Por qué siempre tan cerca de morir de tanto soñar?
¿Qué hago?
¿Cómo hago para que estés allí?
Para que la curiosidad te pellizque como a mi.
¿Qué hago para no ser una sombra que se desliza por las murallas de la felicidad?
¿Cómo hago para no ser un suspiro que nunca conociste?
Tantas ideas, tantos sueños, tantos latidos sin una palabra, y al final, la vida se irá nuevamente.
Y al final pasarán los días, los meses, los años y tu jamás lo habrás sabido.

viernes, 16 de octubre de 2015

El atrapasueños

Fotografía artística: Lew Rubens
No hay escape... no hay a dónde ir, nunca lo hubo.
Te ataré con mis sueños como me ataste con tus mañas y tus sonrisas.
Habrás de estar allí para toda la vida enmarañada en los nudos de mis pensamientos.
Sin roces, sin sensaciones, inerte, congelada en el tiempo, en infinitos destellos.
Habrán de sonar las cuerdas de tus  deseos inexistentes.
Habrán de expirar las melodías nocturnas en las ondulaciones de la vida.
Habrás de permanecer prisionera de mis sueños, de mis más puros sentimientos y mis más ocultos deseos.
Te ataré con mis sueños sin que lo sepas, sin que la sensación te quite el sueño, sin que la nostalgia te robe por un segundo el pensamiento.
Ta ataré sin que lo sepas sin que me recuerdes, sin que por las noches me extrañes los brazos, cual si nunca hubiese existido.
Te ataré a las fantasías, a las noches de soltería, te ataré al rostro de quienes no existen de quienes jamás serías.
No hay escape... no hay a dónde ir, nunca lo hubo.
Así terminé prisionero de tus mañas y tus sonrisas, prisionero de tu libertad.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Sueño

Dime lo significa el tiempo. ¿Dónde se divide el pasado del futuro?
Dime cuándo vale la pena tocar la luna con los dedos.
¿Cuánto vale la pena tocar el silencio con la voz?
Dime.
Dímelo tú a quien espero.
Cuéntame los días, los minutos, los segundos, cada existir constante. Dime si sueñas con mis sueños. 
Cuéntame el silencio con tu mirada tibia, cuéntale a mi piel con la huella de tus uñas que un segundo es eterno, más que infinitas vidas, más que infinitos sueños.
Cuéntame de dónde salió tu sonrisa.
Dime a ciegas que los sueños terminan más allá de estar dormido.
Dime a ciegas que me miras con los ojos cerrados, con el corazón empapado.
Dime que tus manos añoran el futuro, que te desatan del presente.
Dime que las olas no serán más que envidia deslizando los besos tangibles.
Dime que el corazón será voluntario, que las estrellas morirán de envidia, que la luna se mantendrá tibia y que las cenizas seguirán siendo cenizas.

Tu espalda

Detrás de ti intrigado. Detrás de ti y tu espalda desnuda, mis dedos apenas y podrían con la conmoción de deslizarse en el valle de tu cuerpo, en la peligrosidad de esa sombra que baja desde el cielo de tu cuello hasta los montes más piadosos del infierno.
Sombra delgada, tenue, delicada. Basta con endulzar la existencia con un vistazo para sucumbir para siempre.
Es allí donde la lujuria es cambiada por un sentimiento, donde los vicios mundanos se transforman en milagros, donde dejas tu condición humana, y empiezo a creer en diosas.

jueves, 23 de julio de 2015

Letras de Pavesa

Porque la palabra exclamada jamás alcanza.
Porque la palabra exclamada no explota alcanzando los cielos.
Porque la palabra exclamada, siempre, es la primera pendejada que pensamos cuando no pensamos...

Las voces siempre suenan y resuenan en las posibilidades del deseo, pero nunca salen, están allí... frígidas y encajonadas en el último nivel del gavetero... ¿Y para qué? Solo para recordarnos noche tras noche que jamás las dijimos, y las que dijimos, no eran las que debimos haber dicho.

Pero las letras... las letras en papel, en cartas, en esa notita que nos dejaron de dar en cuanto salimos de la escuela... ¡ha!... ¡esas letras son de pavesa! Fluyen con el viento en las venas de los sueños. Se incendian y son capaces de provocar las más devastadoras pasiones y los más angelicales incendios. Así... así como suena: sin duda no me equivoco al decirlo.

Esas letras que están entre el limite del futuro y del pasado, que arden, pero no queman, brillan, pero no iluminan, devoran el alma del que las escribe, pero no cambian nada.

Malditas letras de pavesa, letras que quedan parpadeando en los recuerdos. ¡Cuánto las añoramos cuando nos faltan!

Esas letras que no son ni fuego ni ceniza, que nos confortan y nos atemorizan de cuando en cuando. Se agitan con las resonancias del pasado, en ese turbulento conflicto de lo invisible.
Letras de paz airada, letras libres pero atragantadas.
¿Cómo gritar las letras de pavesa si no existen? O al menos no deberían.
¿Cómo decir que la locura del loco es real?
¿Cómo saber si lo único que no está mal es que ya nadie escribe letras de pavesa? o Peor aún, quizá ya nadie las lee. Y mueren en la noche como si nunca hubiesen existido.

Malditas letras de pavesa, encarnan todo lo que soy y no son nada. Existen por algo pero no existen por nada. Como yo, como ella, como toda la estúpida historia que tuvo principio pero no fin, como la vida y la muerte, como la humanidad, el mundo, los dioses...

Venga alguien a decirme que el infierno no es la tierra... ¿Es que no sabes qué es la pavesa?
Es que no te has visto toda tu vida rodeado de ella?

Letras combustas y moribundas. Por favor no se apaguen... las odio pero las extraño. Por favor letras insufribles, no se aparten de mi lado.

Con los ojos cerrados


Dime lo significa el tiempo. ¿Dónde se divide el pasado del futuro?
Dime dónde vale la pena tocar la luna con los dedos.
¿Cuándo vale la pena tocar el silencio con la voz?
Dime...
Dímelo tú a quien espero.
Cuéntame los días, los minutos, los segundos, cada existir constante. Dime cuánto piensas en mis sueños.
Cuéntame en el silencio con tu mirada tibia, cuéntale a mi piel con la huella de tus dedos que cada segundo vale más que infinitas eternidades, que infinitas vidas, que infinitos sueños.
Cuéntame de dónde salió tu sonrisa.
Dime a ciegas que los sueños terminan más allá de estar dormido.
Dime a ciegas que me miras con los ojos cerrados, con el corazón empapado.
Dime que tus manos añoran el futuro, que te desatan del presente.

Dime que las olas no serán más que envidia deslizando los besos tangibles.
Dime que el corazón será voluntario, que las estrellas morirán de envidia, que la luna se mantendrá tibia y que las cenizas seguirán siendo cenizas.

martes, 21 de julio de 2015

La espera del lobo.


Cada noche el lobo esperaba a la luna.
Cada noche le veía ir y venir deslumbrante, a veces blanca, a veces desgarrada en sangre.
Apacible a veces, y a veces difusa entre llameantes estruendos; a veces llegaba y otras nunca aparecía.
Estaba allí el lobo echado, esperando ver salir a la luna y aunque su luz enternece sus ojos sin que ella lo note, aunque ella lo ilumina cada noche sin percatarse...
¿Qué es un lobo para la blanca luna? ¿Qué es un pobre lobo cuando la luna no aparece?